Hace tiempo,
gracias a las circunstancias, he decido vivir desde la acción. La necesidad siempre
me ha hecho más fuerte y los años enseñan a dosificar. Una fuerza orientada a
liberar potencial y a disfrutar del camino.
Apostar por un
proyecto o por un cambio, personal o en
una relación, requiere aprender a confiar.
Confiando muestras
todo tu mundo interior, muestras toda tu vulnerabilidad al presumir que esa acción
no se utilizará para hacerte daño, lo que no significa que seas vulnerable. Son
dos verbos distintos, mostrar y ser.
Citando a Joseph
Zinker, “la magia del amor es que quien te ama sabe qué debe hacer o decir para
herirte mortalmente y nunca lo hará”.
¿Habéis observado como es la gente que sabe confiar? más
seguros, abiertos, con vidas enriquecidas.
No nos engañemos, lo bueno cuesta. La confianza es un don natural,
nacemos indefensos y confiamos que nos van a cuidar, este don lo vamos
perdiendo con los años. La sociedad nos enseña a desconfiar; de lo que nos dicen, de la
propia experiencia, de las experiencias de otros…..
Donde hay confianza no hay
miedo, si hay confianza hay amor, si hay
amor no hay miedo.
Date cuenta, ¿Cuánto tiempo te lleva a perder la falta de confianza?.
Te limita el disfrute desde el principio
de una relación, te hace tomar decisiones con miedo.
Aprender a confiar haciendo crecer el vínculo de la relación, dando pasos encaminados a él, un ejercicio de consciencia. ¿Hace
falta tener a prueba a los demás?, ¿para qué aplicar historias pasadas a nuevas
relaciones?.
Citando a Livio, “ganamos la confianza de aquellos en quienes
ponemos la nuestra”.
Restamos valor al
otro como persona desconfiando de él, arrastrados por miedos no damos la oportunidad
para cumplir sus compromisos, para creer en su palabra.
Detectemos al
canalla cuando se muestre canalla, no le hagamos canalla antes de conocerlo. Reflexiona,
si no confías, no eres confiable, si nadie confía en ti tu no confiaras en
nadie.
Necesitamos tener
fe para poder confiar, busquemos nuestra inteligencia espiritual. Los
emprendedores no temen, confían, en sí mismo y en los demás, se animan a
modificar situaciones, condiciones de vida. Los líderes son líderes espirituales, además de
personas, son seres de fe que han cambiado historias.
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