Aun no encontró ni su pincel ni su reflejo, nadie pudo pintar su alma, ni siquiera poder acercarse a su ser, sigue buscando.
¿Quien no ha vivido años sin ver?, ¿creyéndose quien otros decían que era?, forma parte del aprendizaje, nadie despierta de un sueño si antes no está durmiendo.
Hace años se empezó a ver. Tropezó con una puerta, una puerta diferente, al principio tuvo miedo, después curiosidad... esa diferencia le llevo a transformar su curiosidad en confianza animado por la intuición de algo bueno detrás de aquella puerta. Con la luz que tras ella había pudo empezar a mirar sus manos, a sentir su energía, a dirigir su atención, la sensación de libertad fue extraordinaria.
No sé cómo, para qué, cuando...., lo cierto es que después su propia luz le llevó a observar su pensamiento, ahí fue su despertar.
Observó que a veces quien pensaba no era quien amaba, ni quien sentía, ni reía, o acariciaba.... mientras.... su ser afloró.
Y se reconoció, se reconoció trepando por aquel árbol al que de niño se subía, una enorme higuera al lado de un rosal, regalos de olor, sabor, sombra. Trepaba, trepaba.... se escapada al contemplar del campo de trigo mientras perdía el reflejo de su oro al atardecer.
Y se dió cuenta que había estado todo el tiempo trepando, trepando en sueños, trepando despierto, trepando….para nunca perder aquella sensación desde su rama.
Ahora busca no trepar. Ahora disfruta del tacto de la rama con sus grandes pies desnudos, saborea el sabor del higo, el olor de la sabia. Ahora mira desde lo alto de aquella rama, y ve El Sol, poniéndose mientras cura con caricias su alma.
Ahora es él, y siendo él anima a que otros también sean.
Ana Celada
No hay comentarios:
Publicar un comentario